El lenguaje de las esculturas
Los monumentos están a la espera de que alguien se interese en conocer un poco de su historia; pero el transeúnte los ignora sin darles esa oportunidad.
Las estatuas, en especial las de ecuestres, van muy ligadas a la historia y de una forma diferente nos enseñan lo que ocurrió con el personaje que fue inmortalizado de esta manera. Al caminar por la Avenida Reforma y Las Américas no mire con indiferencia a Justo Rufino Barrios, José María Reyna Barrios o a Simón Bolívar.
El investigador Haroldo Rodas refiere que la escultura es el arte de la forma, a través de la cual el hombre materializa momentos significativos de la vida humana o de acontecimientos singulares que caracterizan el devenir de una sociedad determinada en un momento histórico.
El caballo de la estatua a Justo Rufino Barrios evoca su muerte trágica en la batalla de los campos de Chalchuapa,
El Salvador.
“El aporte que hizo a la sociedad y cómo murió determinado personaje son las características básicas de este tipo de monumentos”, comenta Jorge Pérez, profesor de Escultura de la Escuela Nacional de Artes Plásticas “Rafael Rodríguez Padilla”.
En las denominadas de ecuestres, particularmente donde el jinete es el tema u objeto principal a conmemorar, la posición de las patas del caballo declara la forma cómo el héroe falleció.
Por ejemplo, si el corcel tiene dos patas en el aire, el cabalgador murió en combate ejerciendo el poder. Este es el caso de la dedicada al general Justo Rufino Barrios, quien falleció el 2 de abril de 1885, en la histórica batalla de los campos de Chalchuapa, territorio salvadoreño. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio General de la capital de Guatemala.
Si el caballo tiene una pata delantera en el aire, significa que la persona que lo monta dejó de existir cuando aún poseía el poder. La escultura de José María Reyna Barrios lo demuestra. Murió trágicamente cuando estaba en la Presidencia, asesinado el 8 de febrero de 1898, por el alemán Óscar Zollinger, en la 9a. calle Oriente, frente a la casa número 8, según la nomenclatura antigua. El cuerpo del entonces mandatario fue enterrado en las bóvedas de la Iglesia Superior, la Catedral Metropolitana, para evitar que profanaran su cuerpo.
Otro ejemplo de esta simbología es el monumento a Simón Bolívar, quien monta un caballo con la pata izquierda levantada. El Libertador murió el 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de edad, en Colombia, después de una larga travesía que afectó su salud.
Y si el potro asienta las cuatro patas la celebridad falleció de causas naturales, pero ya no estaba en el ejercicio del poder.
¿Cuál es su origen?
El historiador Polo Sifontes explica que la simbología proviene de la heráldica desde la Edad Media y el Renacimiento. En el siglo XIX tuvo un auge en la escultura y otras artes como la pintura y el grabado. De esa época son muchas de las que se observan en las calles de Guatemala. En el siglo XX la técnica se vuelve más sencilla, al crear sólo bustos o pequeños monumentos funerarios.
Pérez comenta que las esculturas de ecuestres fueron comunes ya que el caballo era usado como transporte en siglos pasados.
Para crear una pieza de este tipo es necesario el estudio anatómico del animal y observarlo con cuidado para comprender sus movimientos. “Creo que lo más difícil es reproducir la parte cercana al casco, pues aquí es donde recae todo el peso. En una obra esto debe tener vida, fuerza y a la vez belleza”, explica.
Exaltación
Rodas agrega que las esculturas reflejan el deseo de enaltecer los valores humanos y los hechos significativos. Ésta es quizás una de las artes que permite mostrar con mayor fidelidad la idea de consolidar el sentido de la individualidad, pero también proyecta la forma como se ha dirigido a un grupo social.
Así los líderes son exaltados, y particularmente en las estatuas ecuestres se les coloca como grandes accionadores de ejércitos. El ecuestre va ligado a las batallas, al dominio del hombre por el hombre, a la generación de defensores de los valores. También tiene implícito una elevación al poder del que está investido el individuo.
Arnold Hausser, sociólogo de arte, decía que el artista destacaba al hombre y su individualidad dentro de la sociedad, pero sin dejar de contemplar dentro de éste el resultado que la misma sociedad exigió de él en su momento, el cual premia con una estatua porque respondió a su ideal de conducta.
Las estatuas, en especial las de ecuestres, van muy ligadas a la historia y de una forma diferente nos enseñan lo que ocurrió con el personaje que fue inmortalizado de esta manera. Al caminar por la Avenida Reforma y Las Américas no mire con indiferencia a Justo Rufino Barrios, José María Reyna Barrios o a Simón Bolívar.
El investigador Haroldo Rodas refiere que la escultura es el arte de la forma, a través de la cual el hombre materializa momentos significativos de la vida humana o de acontecimientos singulares que caracterizan el devenir de una sociedad determinada en un momento histórico.
El caballo de la estatua a Justo Rufino Barrios evoca su muerte trágica en la batalla de los campos de Chalchuapa,
El Salvador.
“El aporte que hizo a la sociedad y cómo murió determinado personaje son las características básicas de este tipo de monumentos”, comenta Jorge Pérez, profesor de Escultura de la Escuela Nacional de Artes Plásticas “Rafael Rodríguez Padilla”.
En las denominadas de ecuestres, particularmente donde el jinete es el tema u objeto principal a conmemorar, la posición de las patas del caballo declara la forma cómo el héroe falleció.
Por ejemplo, si el corcel tiene dos patas en el aire, el cabalgador murió en combate ejerciendo el poder. Este es el caso de la dedicada al general Justo Rufino Barrios, quien falleció el 2 de abril de 1885, en la histórica batalla de los campos de Chalchuapa, territorio salvadoreño. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio General de la capital de Guatemala.
Si el caballo tiene una pata delantera en el aire, significa que la persona que lo monta dejó de existir cuando aún poseía el poder. La escultura de José María Reyna Barrios lo demuestra. Murió trágicamente cuando estaba en la Presidencia, asesinado el 8 de febrero de 1898, por el alemán Óscar Zollinger, en la 9a. calle Oriente, frente a la casa número 8, según la nomenclatura antigua. El cuerpo del entonces mandatario fue enterrado en las bóvedas de la Iglesia Superior, la Catedral Metropolitana, para evitar que profanaran su cuerpo.
Otro ejemplo de esta simbología es el monumento a Simón Bolívar, quien monta un caballo con la pata izquierda levantada. El Libertador murió el 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de edad, en Colombia, después de una larga travesía que afectó su salud.
Y si el potro asienta las cuatro patas la celebridad falleció de causas naturales, pero ya no estaba en el ejercicio del poder.
¿Cuál es su origen?
El historiador Polo Sifontes explica que la simbología proviene de la heráldica desde la Edad Media y el Renacimiento. En el siglo XIX tuvo un auge en la escultura y otras artes como la pintura y el grabado. De esa época son muchas de las que se observan en las calles de Guatemala. En el siglo XX la técnica se vuelve más sencilla, al crear sólo bustos o pequeños monumentos funerarios.
Pérez comenta que las esculturas de ecuestres fueron comunes ya que el caballo era usado como transporte en siglos pasados.
Para crear una pieza de este tipo es necesario el estudio anatómico del animal y observarlo con cuidado para comprender sus movimientos. “Creo que lo más difícil es reproducir la parte cercana al casco, pues aquí es donde recae todo el peso. En una obra esto debe tener vida, fuerza y a la vez belleza”, explica.
Exaltación
Rodas agrega que las esculturas reflejan el deseo de enaltecer los valores humanos y los hechos significativos. Ésta es quizás una de las artes que permite mostrar con mayor fidelidad la idea de consolidar el sentido de la individualidad, pero también proyecta la forma como se ha dirigido a un grupo social.
Así los líderes son exaltados, y particularmente en las estatuas ecuestres se les coloca como grandes accionadores de ejércitos. El ecuestre va ligado a las batallas, al dominio del hombre por el hombre, a la generación de defensores de los valores. También tiene implícito una elevación al poder del que está investido el individuo.
Arnold Hausser, sociólogo de arte, decía que el artista destacaba al hombre y su individualidad dentro de la sociedad, pero sin dejar de contemplar dentro de éste el resultado que la misma sociedad exigió de él en su momento, el cual premia con una estatua porque respondió a su ideal de conducta.
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