Los poetas de la guerra
Siegfried Sassoon
Conocí a un soldado raso
que sonreía a la vida con alegría hueca,
dormía profundamente en la oscuridad solitaria
y silbaba temprano con la alondra.
En trincheras invernales, intimidado y triste,
con bombas y piojos y ron ausente,
se metió una bala en la sien.
Nadie volvió a hablar de él.
Ustedes, masas ceñudas de ojos incendiados
que vitorean cuando desfilan los soldados,
vayan a casa y recen para no saber jamás
el infierno al que la juventud y la risa van.
ELLOS
El obispo nos dijo: cuando los muchachos regresen
no serán los mismos. Porque ellos pelearon
en una causa justa: lideraron el último ataque contra el
Anti Cristo
su sangre de camaradas compró el nuevo derecho
para multiplicar una raza honorable
ellos retaron a la muerte y la enfrentaron cara a cara
Ninguno de nosotros es el mismo, replicaron los muchachos
para George fue perder sus dos piernas
y Bill está ciego como una piedra
Al pobre Jim le perforaron los pulmones y preferiría morirse
Ya Bert se lo llevó la sífilis
Usten no encontrará un chico que no haya tenido un cambio
Y el obispo dijo: los caminos de Dios son extraños
Con una lista de caídos en Su mano, Dios
se sienta dando la bienvenida a los héroes que han muerto
mientras ángeles sin pena se alinean a cada lado
tranquilos en pie en los prados Elíseos.
Entonces, tú llegas tímido al jardín a través de las puertas
luciendo un vendaje empapado en sangre en la cabeza
y Dios dice algo amable porque estás muerto
y añoras tu casa, descontento con tu destino.
Si yo estuviera allí, lanzaríamos calaveras como bolas de
nieve a la muerte
o nos fugaríamos para cazar en el Bosque del Diablo
con fantasmas de cachorros que antaño paseamos.
Pero estás solo y la soledad anula
nuestras bromas terrenas; y extrañamente sabio y bueno
vagas desamparado por calles de oro.
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